“Tu problema es que crees que tienes tiempo”. Lo dijo Buda, el Iluminado. Me temo que tenía razón: nunca conoceremos con exactitud el tiempo de que disponemos, así que ¿de qué valen nuestras programaciones, nuestra ansiedad, tanto estrés, por qué nos preocupamos por un futuro que no sabemos si existirá? La pregunta martillea mi cabeza cuando regreso del cementerio tras asistir al sepelio de mi amigo César. Mi zampabollos se nos ha ido como siempre fue él, sin llamar la atención, yendo al grano. Parco en palabras, bueno hasta decir basta, paciente con nuestras bromas de tocapelotas. Generoso y sincero. Nunca supo lo que significa la impostura, era un tipo natural en el sentido radical del término. Lo suyo era tuyo sin tener que pedir permiso… ¿Por qué te has ido sin avisar? No me hagas esto, joder, me he quedado con las ganas de decirte que te quiero y lo orgulloso que estoy de mi amigo. Ahora me refugio en este texto para poner negro sobre blanco lo que tenía que haber compartido contigo a la cara. Ésta es otra lección más que regalas: saber que he de hablar más del amor y no sentir vergüenza por ello. Gracias. Digo yo que te habrás marchado porque tu corazón era demasiado grande y se desbocó. Sí, debe de haber sido eso.
Imagino que ahora estarás en el cielo sacando a pasear a Tana junto a tus padres. Aquí nos hemos quedado tus amigos con cara de tontos. ¿Sabes una cosa? Hoy he llorado de pena por saber que no te volveré a ver (de momento), pero más he llorado de risa imaginándote al volante de la furgoneta del Equipo A, recordando tus no-paradas (las cosas como son) como portero del Deportivo Groucho y cómo pedías tabaca en Alemania… Compadre, quédate tranquilo que aquí estamos para honrarte sin lastimarnos. Lo haremos con una sonrisa en los labios cuando levantemos una copa a tu salud. Mercedes, Marta y Gonzalo cuentan con un ejército para seguir adelante en esta vida incomprensible que se nos puede ir en un suspiro.
Lo que me dijo un día mi amigo me lo quedo para mí, si no es molestia. Será mi pequeño tesoro.