Pensemos atenta y detenidamente sobre algo. Es decir, reflexionemos. Mañana hay una cita con las urnas con pinta de polarizarse en los extremos. De un lado, el partido que respalda al Gobierno en funciones, lastrado por la mancha de la corrupción pero avalado por los números de la macroeconomía. Pese a haber ganado las últimas elecciones, su incapacidad para pactar y el hecho de haber asumido la inacción como bandera dibujan una candidatura nada renovada y poco atractiva. En el lado opuesto, Podemos: la agrupación favorita de los españoles menores de cuarenta años, una formación con una visión muy condescendiente del entorno etarra y una concepción de nación discutida y discutible, como buen hijo del zapaterismo de que se trata. Conexiones bolivarianas aparte, comparece aliada con los comunistas, cuyo programa en los últimos años es algo muy alejado de la realidad. Por muchos motivos, su voto no es estimulante y se descarta.
En medio quedan dos elementos. El PSOE, un aparato peligrosamente experto en traicionar (incluso a sí mismo), que sustenta a Podemos en no pocos ayuntamientos aunque ahora teme ser engullido por la nueva izquierda nacida al calor de la proyección mediática de los canales bendecidos por… Arriola y el PP, a los que claramente se les ha ido la mano en su intento de fracturar a la oposición y generar un voto del miedo que les favoreciera. Pedro Sánchez se ha quedado sin cartas con las que jugar y ya sabe que deberá elegir entre abstenerse y permitir un gobierno débil de Rajoy o pactar con Podemos y, muy presumiblemente, ser engullido por su socio e íntimo enemigo. Susana Díaz aguarda paciente para dar el salto a la política nacional. El PSOE mantiene discursos diferentes en según qué zonas de España con la idea de rascar algún voto. Opción poco fiable.
El cuarto partido en litigio es Ciudadanos, el único que de momento no ha sido salpicado por ningún caso de corrupción grave, aunque no ha sido tan combativo con los imputados Chaves y Griñán como prometió cuando cerró un acuerdo con el PSOE en Andalucía y eso le va a pasar factura, puesto que, cuantitativamente hablando, el caso de los ERE ha sido el más lesivo para los contribuyentes españoles de todos los que han salpicado la actualidad nacional. Partido constituido en tiempo récord y en muchos casos por aluvión, se ha nutrido de elementos no demasiado sujetos a una criba. Buen discurso pero gran incógnita del sentido final del voto.
Conclusión: sigo buscando la opción menos mala entre las cuatro con visos de tener peso real dentro del Gobierno de ese país que todavía conocemos como España. Reconozco que soy uno de los indecisos. Acabaré votando por eliminación o en blanco.