Leo esta mañana a una sensual actriz española un mensaje en las redes sociales en el que anima a sus seguidores a «no olvidar» las caras de los miembros de La Manada, entiendo que con la intención de estigmatizarlos y de que encuentren el repudio social como supuestos violadores allá donde vayan. La retahíla de comentarios ya la pueden suponer: desde gracias (¿por qué?) a adhesiones y manifestaciones a favor de expulsar de la sociedad a estos cinco excarcelados. ¿La razón?: la masa se ha adueñado del discurso público, los dizque líderes de opinión (como esta actriz tan atractiva) no han tenido la decencia de leer la sentencia antes de abrir la boca y anteponen quedar bien con sus fans a la verdad. Y los políticos no mejoran el nivel: incluso se han permitido el lujo de criticar al juez que emitió el voto particular en favor de la absolución en un auto jurídicamente impecable. Veamos la verdad del asunto.
En cuanto a si la relación de una chica con cinco jóvenes fue consentida por ella o no (lo único relevante aquí, el consentimiento y no la moralina), dicho voto particular dice lo siguiente: «El debate contradictorio suscitado entre las partes (y no otro), esto es, si hubo o no consentimiento de la denunciante para la realización de los actos sexuales objeto de enjuiciamiento, las defensas han vencido sobre las acusaciones, pues, como queda dicho, la Sala, por unanimidad, no ha apreciado que los acusados hubiesen recurrido a la utilización de la violencia ni de la intimidación para forzar su voluntad; y para alcanzar esta conclusión probatoria, además de las declaraciones prestadas por los acusados, la prueba esencial que descarta el empleo de tales medios comisivos, definitorios de una agresión sexual, no ha sido otra que la principal prueba de cargo presentada por las acusaciones, y que, como resulta bien sabido, en esta clase de delitos, de ordinario, no es otra que la declaración prestada en el acto del juicio oral por quien se presenta como víctima de los hechos objeto de acusación«.
Es decir, ¿el argumento para concluir que NO existió violación es el testimonio de la supuesta agredida? Pues miren, así es. Apunten todos aquéllos que vociferan lo de «Yo sí te creo». Si de veras creen a la chica, habrán de convenir que no fue violada, porque eso es lo que ella ha declarado ante el tribunal. Aunque parezca sorprendente, para condenar por violación, habría que ir en contra del testimonio de la propia chica. Dice el auto: «Considero que la denunciante ha incurrido en tan abundantes, graves y llamativas contradicciones que las modificaciones introducidas en su relato durante el acto del juicio oral constituyen autenticas retractaciones y ello hasta el punto de considerar quebrada la persistencia de su relato de manera insalvable«. Parece que no se sostiene.
Usemos el sentido común: una chica acompaña a cinco jóvenes en una ciudad en fiestas a un hotel, donde sucede lo siguiente: «Preguntaron si tenían una habitación, por horas o para toda la noche, afirmando ‘que la querían para follar’, a lo que el portero respondió negativamente sugiriéndoles que lo intentaran en el Hotel Yoldi o en el Hotel Leyre. Durante esta conversación, le denunciante, una vez llegó a la altura del hotel, donde se encontraba el portero, se mantuvo a una corta distancia del grupo que no le impedía escuchar la conversación”. ¿Es lícito pensar entonces que la chica no estuvo forzada en ningún momento y que sólo después de saber que el acto sexual había sido grabado decidió denunciar? Digo yo que es cero edificante que cinco personas salgan a la calle con ganas de fornicar todos con la misma chica a la que puedan convencer para ello, pero ser un guarro no es ser un violador. No lo es.
Insisto: el argumento para la no condena por violación en este sentido es el propio discurso de la teórica víctima, de quien se ha demostrado por un análisis psicológico que está en sus cabales y que entiende perfectamente la diferencia entre lo real y lo imaginario. Así pues, si no hubo agresión, forzamiento, intimidación y hasta la chica ha llegado a esgrimir el insólito argumento de que se «estaba cayendo» y necesitaba algo a lo que agarrarse para justificar que cogió el pene de uno de los jóvenes y lo masturbó, díganme ustedes qué sentido tiene que la actriz sensual a la que yo me refería solicite una especie de lapidación social a cinco tíos que de momento no son violadores ante la justicia española.
Para un asunto tan serio no podemos funcionar a base de mensajitos simples, equidistantes y de quedar bien, a costa de lo que sea. Hasta de la verdad. ¿En nombre de qué comisión de delito pide que se cuelgue un sambenito a los cinco investigados? Todos estamos en contra de los violadores. Yo repudio absolutamente esa espantosa práctica. Pero insisto: de los violadores, no de los que entiendan el sexo consentido de una manera diferente. Asunto aparte merecen los comentarios a favor de corriente de los políticos, como dije antes, que alteran suponen un misil a la línea de flotación de la independencia judicial.
La foto es la Agencia EFE