Sirvan estas líneas para anunciar la próxima publicación de mi nueva novela. ¿El tema? Periodismo futbolero y chanchullos en el deporte rey. ¿Título? Desearía dejarlo todavía en el aire, en busca de generar el mayor impacto posible. ¿Fecha de salida? Pongamos que debería estar lista para esta primavera. En este momento se encuentra en estado de revisión y pulido, una etapa necesaria que no debería eternizarse. Salpimentar no puede convertirse en un acto en bucle. ¿Expectativas? Todas las del mundo. Será mi undécima obra publicada y creo que ya me va tocando que alguna vuele alto. Vamos a ver.

Hecho este anuncio, algo que me pone de casi tan buen humor como el resultado de mis últimas pruebas clínicas, quisiera hacer una advertencia. Extraigo un párrafo del epílogo de la narración. Ahí va: «Antes de poner el broche final, desearía dejar claro que, en el muy remoto caso de que esta novela mía tuviera algún éxito comercial, estaré completamente en contra de que caiga en manos de algún editor desaprensivo o de algún débil mental amante de esa porquería que se ha dado en llamar «lenguaje inclusivo», todo un atentado vestido de presuntas buenas intenciones. En realidad, no es más que la cochina censura que trata de operar como dique en el desarrollo de la Filosofía del Lenguaje y en la manera natural de verbalizar nuestros pensamientos».

Dicho queda. Como usted habrá podido suponer, la novela que se viene no se maneja en el alambre de lo que los ofendidos hasta por respirar consideran admisible. Admito que es perfectamente inadecuada desde el punto de vista de la corrección política. En cualquier caso, los potencialmente ofendidos podrán perfectamente no leer este libro o, mejor aún, comprarlo y luego quemarlo. De esta manera, al menos me caería alguna regalía por ese desquite.

 

La foto es de futboltotal.com