He de reconocer que hasta hace un par de días desconocía la existencia del presunto humorista Dani Mateo, un tipo que ha demostrado que la hemiplejia en las burlas puede, de hecho debe, ser considerada cargante y fastidiosa. Tanto, que los que se proclaman azotes de todo-lo-que-se-menea porque van de versos sueltos por la vida, pero a la hora de la verdad son graciosos (o faltosos) siempre en la misma dirección, comienzan a ver que no todo el monte es orégano y que tanto humor hemipléjico les puede doler en el bolsillo, con la huida de empresas patrocinadoras que no quieren verse mezcladas con algo tan bajuno. Tratemos de llegar al fondo de la cuestión.
La gran cuestión es: ¿es moralmente admisible hacer humor (intentarlo en el caso de Dani Mateo) sobre todo? Yo digo que no, que la sagrada libertad de expresión debe tener límites… si la gracieta de turno rebasa la frontera de lo injurioso. ¿Sería admisible hacer chistes sobre el holocausto ante los familiares de gente asesinada en campos de concentración?, ¿o sobre sexo salvaje a personas que han sufrido una violación? Creo que es evidente que hay que tener en cuenta la sensibilidad del público en cuestión y asumir que todo lo que se dice tiene consecuencias.
Y, señor Mateo, no es adecuado que nos dé lecciones sobre lo que debería o no ser risible. Si a buena parte de su audiencia no le hace ni puñetera gracia que usted se suene los mocos en una bandera que es un símbolo nacional, respete usted a sus clientes y asuma con gallardía que la ha cagado. ¿Consideraría usted gracioso que alguien se limpie el culo con una foto de su familia en un programa de máxima audiencia? Imagino que no, porque sería algo de pésimo gusto, exactamente lo mismo que usted ha hecho. Y si su intención era «cambiar banderas por palabras», siento decirle que no entiendo la sutileza de su ocurrencia. Ítem más: «Pero los ofendidos lo han entendido de otra forma», ha rubricado. Estaría bien que nos iluminase y aclarara de qué forma hay que entender su chiste.
A ver, todo esto es más sencillo: si mucha gente entiende que no tiene ni la más remota gracia que usted llame «trapo» a su bandera nacional y se limpie los mocos con ella, no es que esa gente no está a la altura de la finura de la dialéctica de su humor, sino simplemente que usted no es gracioso y que el público se cansa del adoctrinamiento político. Está claro que el señor Mateo no ha medido bien: si desconoce la importancia de faltar el respeto a un símbolo, mal; pero si la conoce y aun así lo hace, peor. En cualquier caso, si desea ser faltoso con los símbolos, séalo con todas las banderas, no únicamente con el blanco fácil.
Ah, los problemas de la indigencia moral…
La foto es de El Comercio