Con todo el cariño y carencia de odio. No deja de tener su gracia que, siendo el presidente de España una persona que modifica constantemente su criterio y que parece no distinguir demasiado la verdad de la mentira, se nos venga encima la lacra de los delitos de odio para sepultar la disidencia e imponer el pensamiento único. Insisto, un pensamiento que, por muy único que sea, resultará cambiante, relativo a las circunstancias. Sin embargo, será defendido con fiereza y cinismo. No lo duden.

Continúo con todo el cariño y carencia de odio. La Policía del Pensamiento ya está aquí y ha llegado para quedarse. El implacable espionaje de los dispositivos móviles (un consejo: ponga esparadrapo en la cámara de su teléfono) estará pilotado desde ahora por un Gobierno que ha decidido disolver lo poco que quedaba de la separación de poderes que se supone que impera en un régimen democrático.

Remato con todo el cariño y carencia de odio. Hablando de democracia, mencionaré un par de cuestiones de sus creadores, los griegos. El sabio Platón estaba particularmente preocupado por lo que consideraba la peligrosidad de la masa desinformada: «Los tiranos surgen de la masa. Es alguien que convence al resto de que tiene la solución a los problemas, pero, en el fondo, tan pronto como se afianza en el poder, se vuelve totalmente abusivo». ¿Les suena de algo? ¿Sería Platón a día de hoy ajusticiado con un delito de odio? No lo descarto.

El segundo concepto que deseo menciona (con todo el cariño y carencia de odio, of course) es el de la dokimasia, un mecanismo que se puso en marcha en Grecia (madre de la democracia, lo repito) que consistía en una especie de examen preliminar para decidir si un candidato era lo suficientemente respetuoso con la idea de la existencia Atenas como para poder ser apto para acceder a un puesto de relevancia en la gestión de la cosa pública. No se trataba de calibrar si el tipo era listo y había estudiado; lo que se ponía en cuestión era su catadura moral, si reunía las suficientes calificaciones cívicas y morales. El orador Lisias nos explica que el examinado no tenía que defenderse de unas acusaciones previas, sino que «debía dar razón de toda la vida». Es decir, se trataba de quitar de en medio a los indeseables que despreciaban la subsistencia de Atenas para que no pudieran alcanzar cuotas de poder… ¿Sería este sabio procedimiento un delito de odio hoy en día?

Fin del texto con todo el cariño y carencia de odio. Si alguien opina que es un sinsentido estar contra el turismo y a favor de la inmigración ilegal, ¿será catalogado su comentario como un delito de odio xenófobo o racista? ¿Qué piensan?

Eso sí, opinen con respeto y carencia de odio, ya que ahora el difuso concepto de odiar será delito. Corren buenos tiempos, diría que estupendos.