Pongamos el foco en España. Un país donde el presidente de Gobierno, teórica máxima autoridad (aunque haya sido colocado por Soros, al que le debe obediencia) no distingue la verdad de la mentira. Sistemáticamente hace lo contrario de lo que prometió años, meses, semanas… incluso unos pocos minutos atrás; y el tipo se queda tan pancho, porque para eso se dice “progresista” y controla más del noventa por ciento de los medios de comunicación, merced a la concesión de favores con subvenciones salidas de los impuestos.
Pues bien, en este escenario tan confuso e ideologizado al extremo, se elimina (por ahora) la indigna y estúpida obligación de usar mascarillas siempre y en todo lugar, una norma ideal para contraer neumonías bacterianas. Para mi sorpresa, salgo a dar un paseo la mañana del domingo 27 de junio, ya con la mencionada normativa en vigor, y observo cómo dos terceras partes de la gente con que me cruzo, principalmente en calles casi desiertas, continúan llevando sus mascarillas hasta arriba. ¿Por qué? La única explicación que encuentro es que la táctica del miedo funciona de maravilla. Los del usted puede morir si no se comporta de la manera en la que “los expertos de la tele” definen qué es un buen ciudadano, pese a que ya le hayamos confinado ilegalmente, le hayamos coaccionado a inyectarse vacunas experimentales, lo hayamos arruinado y destrozado su vida social y familiar…
Da todo igual. No importa que la edad media de los fallecidos por covid sea superior a la esperanza de vida en el país, da exactamente lo mismo que esos mismos “expertos de la tele” nos tomen el pelo anunciando con pompa que la gripe estacional ha pasado de millones de casos a literalmente ¡seis! (uno-dos-tres-cuatro-cinco-seis) para así contabilizarlo todo como covid y justificar lo injustificable para lesionar libertades y derechos que habían costado siglos de lucha conquistar. Lamentablemente, todo lo ganado va al sumidero. Miro a mi alrededor y constato que la inmensa mayoría sigue llevando sumisamente el puñetero bozal y, de paso, obliga a sus hijos pequeños a hacerlo.
Asombroso lo que consigue una campaña del miedo magníficamente planificada. Felicidades a los creadores del virus, a los transmisores de la única verdad (¡ja, ja!) oficial, a la OMS y a sus financiadores las grandes farmacéuticas. Señores, ustedes lo han bordado: han conseguido convertir a toda la población mundial en sus clientes recurrentes. El mayor negocio de la Historia. Les reconozco el mérito. Ni Maquievalo soñó con aspirar a tanto.
Dentro de un tiempo, cuando ellos quieran, dirán que ha aparecido una variante ultra mortal de covid (todas las variantes de gripe mutan, pero ahora nos lo venden como algo novedoso) y nos encasquetarán nuevas vacunas (así las llaman). Y mucha gente se hará fotos para las redes sociales posando con la tirita donde el pinchazo…
La foto es de NoticiasdeNavarra.
Ante una humanidad tan borrega, asustadiza y cretina, yo he tirado la toalla y ya no advierto a nadie de nada y que «cada palo aguante su vela». Pero que luego no me venga nadie con lloriqueos. Porque lo malo es que algunos de esa especie se encuentran en mi propia familia.