¿Mañana sale el Marca?, ¿y El Mundo? Cuando escribo estas líneas no lo sé. Supongo que quien más quien menos ya está al tanto de la sangría que se está cocinando en estas dos redacciones tan señeras. Y para mí tan importantes. En la primera he pasado dieciséis años. Se dice pronto. Mis tres compañeros en Sevilla ya no están. Yo tampoco. El modelo de negocio de la prensa escrita tradicional ha reventado: piense usted cuánta gente conoce que vaya cada día al quiosco a hacerse con un periódico. ¿Ya ha hecho la cuenta? Imagino que difícilmente pasa de cinco. Tengo la sensación de que el público ha interiorizado que informarse sale gratis. Y si no vendo, mi audiencia disminuye y la publicidad se evapora.
“Oiga, está la opción de internet. Ahí seguro que se gana mucho dinero”. Quizás no tanto: el sistema basado en número de páginas vistas a cambio de publicidad también está roto. Y los muros de pago funcionan con muchísima dificultad. La financiación basada en puro volumen y en banners no tira desde que se ha producido el estallido de los bloqueadores de anuncios (en Alemania más del sesenta por ciento de los contenidos aterrizan en la pantalla del usuario perfectamente bloqueados). La manteca gorda queda para Facebook y Google, destino preferido para los actuales anunciantes. Así las cosas, para conseguir visibilidad los medios se están viendo obligados a funcionar en plataformas que en realidad no son las suyas y donde el control de los beneficios se les escapa. La tecnología le ha pasado por la derecha al periodismo de siempre y se la ha comido. La democratización en el manejo de la información, un concepto que todos alaban, se ha convertido en la mayor de las veces en que un tuit de 140 caracteres lanzado por un tipo (ingenioso) en pijama tirado en su sofá alcance un público mayor que una información trabajada y rigurosa.
“Pero no me negará que siempre existirán lectores para un periódico con buenos contenidos y firmas de primer nivel…”. Pues mire, no. Y yo soy de los ilusos que pensaban que sí. Vuelvo a lo de antes: me temo que, al menos en España, la gente ha interiorizado la máxima de que por la información no se paga. Igual que tampoco se hace por usar el retrete de un bar. En cuanto una buena noticia se hace pública, una que ha costado llamadas de teléfono, confirmaciones, documentación (trabajarla en definitiva), de inmediato se ve replicada y manoseada por cientos, miles de activistas de las redes sociales que la hacen suya o, como poco, anulan el premio del reconocimiento al periodista que la ha parido. Aquí todo el mundo sabe de periodismo y ejerce como tal. Y, mire, no debería ser así. El copia-pega, la nota de color en un comentario punzante, el poco respeto por los datos, el odioso resumen en dos líneas de lo que está sucediendo… sólo sirven para generar ruido y desconcierto. Tenemos la sensación de estar muy bien informados y no sabemos de la misa la media. La dispersión del contenido de los medios en otras plataformas no es una buena idea. Inevitable, sí, pero inconveniente.
“¿Y la radio y la televisión?”. Sobreviven, de acuerdo. Principalmente la primera gracias a la opinión y la segunda al espectáculo. Sepa que el contenido transcrito de un telediario completo puede corresponder a tres folios, poco más. Pero el medio que siempre ha ofrecido al pueblo noticias que han hecho caer a políticos, destapado corruptelas o investigado crímenes es la prensa escrita. Y ésa, querido, está herida. Decía Paco Umbral que “el periodismo mantiene a los ciudadanos avisados, a las putas advertidas y al Gobierno inquieto”. Y yo, a estas horas de la noche, todavía no sé qué va a suceder con Marca, Radio Marca y El Mundo. Muchos (yo entre ellos) nos hemos tomado una foto solidaria para colgar en la red y hacer público que #yosoyRADIOMARCA. No está de más. Pero, si de verdad queremos que esta bendita profesión no se descosa, salgan a comprar periódicos (cuando finalice la huelga), oigan la radio, naveguen por las páginas oficiales de los medios, vean programas informativos, denle a los periodistas el sitio que merecen. Si les respetan, respetarán a la información. Si no, luego no se quejen cuando reciban gato por liebre y no se enteren de dónde están parados. Porque imagino que usted, si tiene que operarse, se pondrá en manos de un cirujano y no de uno que habla de cirugía sin haber tocado un bisturí en su vida. Pues con la información pasa lo mismo.
“Bueno, si se pone así…”. Pues eso.
¿Y cómo paras eso?
Estoy de acuerdo en denunciar el intrusismo y el todo gratis, y debe haber un mayor reconocimiento a la labor de los profesionales, pero es necesaria una publicidad (banners, ads, o como se llamen) menos invasivos.
De acuerdo contigo. El exceso produce rechazo. A veces, menos es más.