En la actualidad, se ha convertido en una actividad al filo de imposible hacer la más mínima valoración crítica de cualquier tema sin caer en ese cajón de sastre que se ha dado en llamar «delito de odio», que no hace sino disfrazar el concepto de censura pura y dura de toda la vida. En todo caso, vamos a ello.
El alpinista Martin Zabaleta logró subir el 14 de mayo de 1980 al pico más alto del planeta, todo un hito, y allí se fotografió con una Ikurriña que incluía… un emblema de la banda terrorista ETA. El maestro Paco Correal nos aporta el contexto necesario para comprender esa imagen en su marco histórico: «El año que Zabaleta conquistó el Everest fue el que ETA batió su propio récord de asesinatos, 98, de los cuales 18 eran andaluces».
98 vidas sesgadas. 98 familias destrozadas.
Hace unas semanas, el Athletic Club de Bilbao homenajeó, con todo el boato del mundo, al famoso alpinista. Cuando se originó un debate sobre el sentido y la conveniencia de ese polémico homenaje, el club se defendió con un comunicado público que dice lo siguiente: «Sobre los bulos vertidos, debéis saber que al Athletic Club no le constan, ni antes ni después del saque de honor, fotografía alguna de una ikurriña con el anagrama de ETA ni en la cumbre del Everest ni con Martin Zabaleta».
Estaría bien saber a qué se refiere con «bulos». Igualmente, no es fácil de creer que nadie en el club haya visto la famosa foto, cuando ha sido publicada en portales de audiencia millonaria (por ejemplo, aquí) a los que se puede acceder con un simple golpe de clic.
Sin embargo, hagamos un esfuerzo. Creamos que es cierto que nadie, absolutamente nadie del club, haya visto la foto de marras antes del homenaje. ¿Hemos de entender, a tenor de lo que dice el comunicado, que el club habría cancelado el homenaje de haber sabido de la existencia de esa fotografía tan largamente publicada?
Que cada cual opine lo que desee sobre los fingimientos y el poder del relato.
La foto es del Athletic Club