Estos días me ha llegado por varios lados un vídeo que se supone que es presuntamente gracioso. Diferentes politicastros, vestidos todos con atuendos navideños, se abrazan en lo que simula ser una Nochebuena. Para mí, es una nueva demostración de hacia dónde nos lleva ese oxímoron llamado inteligencia artificial. De aquí a nada, la capacidad de engaño va a ser de tal calibre que resultará imposible asegurar qué es verdad y qué es una réplica. El abuso y crecimiento desmedido de la inteligencia artificial nos lleva al caos ontológico, al todo-puede-ser-o-no. El relativismo al poder. Sin embargo, observo que la mayoría de la gente se pasa el vídeo de marras y lo considera poco más que un chiste ingenioso, no se percibe el calado de la era que se está abriendo, en la que el ser humano será una comparsa absorbida por la máquina.
En fin, es el mundo distópico que nos ha tocado vivir. Al menos, en contraposición, puedo consolarme con dos trincheras cavadas desde la literatura —cuando hablo de literatura, me refiero a los que construyen historias usando sus neuronas, sin regalar sus ideas a la trampa chatgpt—. Hace un par de semanas tuve el privilegio de presentar la última creación de Pepe Iglesias, una colección de relatos cortos encuadrados en el género de la autoficción, donde los antihéroes dialogan con el lector sobre la condición humana. El libro es una exhibición de registros técnicos, de voces narradoras dispares y de imágenes visuales propias de un genio. No fue una presentación multitudinaria, pero fue una gozada.
Unos días más tarde, leí la sexta entrega de la saga de Mara Turing. La historia de la joven jáquer ha crecido hasta convertirse en todo un epítome de la existencia del ser humano en la Tierra. Tan compleja como apasionante, ningún lector sale vivo de sus páginas sin pararse a revisar si todo lo que ha creído hasta ahora es como se lo habían contado. «Programa o sé programado» es el leit motiv de Mara. Yo prefiero programar.
Estos dos amigos, a los que tuve la suerte de publicar cuando yo era director editorial, son algunos de los últimos que tienen el arrojo de seguir creando desde una óptica humana. Todavía sigue viva la máxima de Protágoras («El hombre como medida de todas las cosas»). Resistamos. ¿Cómo? Leyendo, escribiendo, pensando… y amando. No nos enfriemos.
¡Felices Pascuas!